
Por Redacción
Imbaburaenlinea.com
En la madrugada del 16 de agosto de 1868, el estruendo de la tierra estremeció a Ibarra. Un violento terremoto, que alcanzó una magnitud estimada de 7,2 grados, redujo la ciudad a escombros en cuestión de minutos. Las iglesias, casas y calles desaparecieron bajo un manto de polvo y destrucción. Miles de vidas se apagaron en aquella noche trágica, marcando una de las mayores catástrofes naturales en la historia del Ecuador.
El saldo fue devastador: aproximadamente 5.000 personas fallecieron solo en Ibarra, en un tiempo en que la ciudad contaba con apenas 7.000 habitantes. La tragedia también se extendió a otras poblaciones de Imbabura como Otavalo, Cotacachi y Atuntaqui, que quedaron igualmente devastadas.
La magnitud del desastre impulsó una movilización nacional de solidaridad, encabezada por el entonces presidente Javier Espinosa y coordinada en la región por Gabriel García Moreno, quien organizó tareas de rescate y auxilio.
Ante la imposibilidad de habitar una ciudad en ruinas, los sobrevivientes se refugiaron en los llanos de La Esperanza, a las faldas del volcán Imbabura. Durante casi cuatro años, La Esperanza se convirtió en la capital provisional de la provincia. Allí, los ibarreños reconstruyeron su vida en medio de la añoranza por su ciudad perdida.
Sin embargo, el espíritu de resiliencia fue más fuerte que la tragedia. En 1872, bajo el liderazgo de las autoridades locales, se organizó el retorno a Ibarra. El 28 de abril de aquel año, los sobrevivientes, acompañados de sus bienes y su fe, emprendieron el camino de regreso. Una misa de acción de gracias y actos cívicos marcaron el momento histórico conocido como «El Retorno», símbolo de esperanza y renacimiento.
Hoy, cada 28 de abril, Ibarra recuerda aquella epopeya de reconstrucción. Más allá de la tragedia, la memoria del terremoto de 1868 y el retorno de 1872 se mantienen vivas como testimonio de la fuerza de una comunidad que, incluso en su hora más oscura, eligió la vida, la unidad y la esperanza.
